Escape a La Deseada -Revista D, Prensa Libre (Guatemala), 29/09/2019.

“Una isla representa ella sola un mundo”. La reflexión de Agatha Christie cobra todo su sentido en La Deseada. Esta isla de las Antillas Menores se encuentra a unos 10 km al este de la Guadalupe, en el océano Atlántico. Tiene una longitud de 11 km y un ancho de 2 km, y alberga una población de aproximadamente 1,600 habitantes. A nivel administrativo, la isla de La Deseada y las de “Petite Terre”, que están deshabitadas, constituyen el municipio de La Deseada (La Désirade, en francés), perteneciente al departamento y a la región de la Guadalupe (Guadeloupe), en las Antillas Francesas. La municipalidad tiene su sede en el pueblo más importante del municipio: Beauséjour.

 

Se puede alcanzar fácilmente La Deseada desde la Guadalupe, ya sea por avioneta o, más económicamente, a bordo del barco “Archipel 1”. El mismo sale cada día del puerto de Saint-François, y navega por aguas generalmente agitadas, en medio de paisajes majestuosos, para llegar a Beauséjour, en el suroeste de La Deseada. Al igual que esta pintoresca aglomeración, el pueblo de Baie-Mahault y las demás localidades deseadeñas, más pequeñas, están todos ubicados en la costa sur de la isla. Esta zona es bordeada por una serie de playas de arena clara, mientras que el resto de las costas es esencialmente rocoso, el litoral norte mostrando impresionantes acantilados. En el extremo oriental de la isla, la Reserva Natural Nacional de La Deseada, de carácter geológico, revela las rocas más antiguas de las Antillas Menores: materiales volcánicos y sedimentarios que dan testimonio de la formación de la Placa Caribe, hace unos 150 millones de años (en el Jurásico). Más allá del litoral se yergue una extensa e imponente meseta calcárea, culminando a 273 m s. n. m. Aparte de dos parques eólicos y caminos de terracería, casi no hay obras modernas en esta verde meseta, evocando el Mundo Perdido de Arthur Conan Doyle.

 

Cabe notar que, a pesar de un clima relativamente seco y suelos pobres, La Deseada posee una vegetación rica y variada. Su planta más emblemática es, sin duda, el cacto; por cierto, numerosas especies de cactos de las Antillas, pero también de otras partes del mundo, fueron reunidas en el magnífico Jardín Botánico de Le Désert, situado cerca de Beauséjour. En sus recorridos a través de la isla, los visitantes pueden apreciar igualmente una sorprendente fauna incluyendo, entre otros, aves marinas, tortugas, agutíes e iguanas de las Antillas Menores, que representan una especie en peligro de extinción (Iguana delicatissima).

 

En este santuario natural, la presencia humana permaneció modesta, aunque tiene una historia antigua y original. La isla fue ocupada desde la época precolombina; al parecer, los nativos le dieron el nombre de “Ualiri” (que puede referirse a una variedad de chile o de ortiga, en el contexto lingüístico arawak). En 1493, esta tierra fue divisada a lo lejos por Cristóbal Colón, durante su segundo viaje a América. Fue en esta ocasión, o poco tiempo después, que recibió el nombre de “Isla Deseada”.

 

En 1648, La Deseada se convirtió en una posesión francesa, dependiente de la Guadalupe. Sin embargo, su colonización fue muy limitada y, de hecho, la isla es muy poco mencionada en los archivos del siglo XVII. La agricultura, tema de interés mayor de las empresas coloniales europeas en las Antillas, nunca prosperó mucho en La Deseada. Las fincas que se instalaron allí, llevando a la llegada de esclavos africanos, se dedicaban principalmente al cultivo del algodón. En los años 1720, este territorio apartado fue elegido por las autoridades coloniales para recibir una leprosería; fue establecida en Baie-Mahault, en el extremo oriental de la isla, y quedó en actividad hasta 1956. Otro aspecto de la historia es revelador de una cierta imagen de La Deseada: en los años 1760, la isla fue un lugar de deportación de “malos sujetos”, a menudo procedentes de grandes familias de Francia. En un artículo publicado en 1957 (es decir, 11 años después de la “departamentalización”, que marcó oficialmente el fin de la época colonial), el geógrafo Guy Lasserre todavía presentaba la isla como una “tierra marginal y desfavorecida del “continente” guadalupeño”.

 

Los visitantes tienen la oportunidad de abordar el pasado de La Deseada a través de un fascinante patrimonio cultural que incluye, entre otros: los cañones de la ensenada Les Galets, donde empezó la colonización francesa; la iglesia parroquial Nuestra Señora del Socorro (siglos XVIII-XX), en Beauséjour; la capilla Nuestra Señora del Calvario (1905), que ofrece un maravilloso panorama del suroeste de la isla y del océano circundante; el cementerio marino de Beauséjour; la capilla de la leprosería (siglos XVIII-XX); las ruinas de una algodonera de Baie-Mahault (siglo XVIII); el faro de la Punta Doublé (1930); una antigua estación meteorológica de estilo Art déco (años 1930-1940), ubicada a las puertas de la reserva natural; melancólicas casas antiguas; y pecios sumergidos. Pero las riquezas culturales de La Deseada no son sólo materiales: se componen también de tradiciones, conocimientos y una creatividad notables, que se celebran con pasión durante la Fiesta de los Marineros (el 16 de agosto) y la “Fèt a Cabrit” – la “fiesta del cabrito” (fin de semana de Pascua).

 

Después de la pesca, el turismo es el campo más importante de la economía local. No obstante, no hay turismo de masa en La Deseada: “Las limitaciones del transporte y del hospedaje no lo permiten y, por otra parte, no es lo que buscamos. Al contrario, queremos desarrollar un modelo de turismo verde y cultural” explica Nathalie Bordy, responsable de la Oficina de Turismo de La Deseada. Uno de los proyectos insignias de la municipalidad, actualmente dirigida por el alcalde Jean-Claude Pioche, es la creación de un Museo del Mar en las instalaciones de la antigua estación meteorológica. Por cierto, para el corriente año, la municipalidad eligió este tema inspirador: “La Deseada, isla enamorada del mar y del viento”…

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